El brote de COVID-19, las recesiones financieras y las disrupciones geopolíticas han creado una serie de nuevas realidades para las que no existe un manual de estrategia establecido.

La demanda de muchos productos derivados de la industria química se encuentra en franco descenso. Y algunas empresas, especialmente aquellas expuestas a sectores muy afectados por la crisis (como la automotriz, la industria del petróleo y el gas o la aeroespacial), están luchando por sobrevivir. A ello, debe sumarse el cierre de fronteras y la prohibición de viajes, que están provocando importantes interrupciones en las cadenas de suministro y en otras operaciones comerciales.

La reducción del flujo de caja es otra preocupación, ya que muchos clientes retrasan las compras o sus pagos, mientras que el inventario se encuentra inmovilizado debido a la interrupción en las cadenas de suministro. Mientras tanto, las medidas sanitarias están impulsando a muchas empresas a racionalizar el número de empleados, reorganizar el trabajo presencial, ampliar el trabajo remoto y a repensar los procedimientos relacionados con el servicio al cliente y otras prácticas. Para agravar esta situación, se están dando cambios históricos en la industria global de petróleo y gas, especialmente en materia de oferta, volatilidad en los precios y reversión de costos en la producción.

El impacto de COVID-19 en la industria química no tiene precedentes, obligando a muchas empresas del sector a reposicionarse y repensar su estrategia de desarrollo. Al mismo tiempo, esta nueva realidad, que impone un nuevo paradigma en materia de digitalización y tecnología, se ve también afectada por cambios disruptivos en otras industrias, como la del petróleo y gas, los que añaden un grado más de dificultad a la resiliencia con la que la industria química debe enfrentar esta crisis”, comentó Manuel Fernandes, socio líder de Energía y RRNN en KPMG América del Sur.

Esta es la nueva realidad para la industria química global. Y para mantenerse, las empresas de este sector tendrán que implementar cambios drásticos, básicamente, en las siguientes áreas:

—   Desglobalización y localización de la cadena de suministro: La tensión creciente entre EE. UU. y China, hoy agravada por la pandemia, han impulsado el cuestionamiento de los efectos de la globalización en muchos sectores, incluida la industria química. En ese sentido, las empresas químicas deberían comenzar a administrar cuidadosamente su capital de trabajo, los precios de los productos y la eficiencia fiscal en toda la cadena de suministro.

—   Digitalización: La industria química ha evolucionado lentamente en comparación a otras industrias en lo que respecta a la digitalización. Una situación que ha cambiado drásticamente con COVID-19. En ese sentido, se espera que las empresas químicas, al buscar nuevas formas de impulsar la eficiencia, incrementen la adopción de la inteligencia artificial (IA), el aprendizaje automático (ML), la automatización de procesos robóticos (RPA) y otras tecnologías en el front, middle y back office.

—   El lugar de trabajo y la fuerza laboral del futuro: Se anticipan cambios sustanciales en las estructuras y los procesos comerciales que afectarán la forma en que trabajan los empleados, cómo se gestionan los recursos humanos y cómo se atiende a los clientes.

—   Gobernanza ambiental, social y corporativa: En ese punto, las áreas de especial atención son la transición hacia las fuentes renovables, el acceso a un financiamiento sostenible que reemplace la deuda existente, y los mayores esfuerzos dedicados a la I + D para generar productos que apoyen la reducción de CO2 y los desechos plásticos.

—   Resiliencia para mitigar el impacto de la actual tormenta y emerger fortalecidos: Las empresas que persigan un enfoque basado tanto en el control de los costos como en inversiones que fomenten el crecimiento seguramente podrán obtener mejores resultados al salir de la crisis.

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