25/05/2020

 

La contingencia causada por COVID-19 ha demostrado que “ningún sistema de salud es una isla” y que cada país tiene algo que enseñar y que aprender sobre la manera en que se administra enfrentarla. China, Corea del Sur, Singapur, Taiwán y Hong Kong se movieron rápidamente para ejecutar planes de emergencia de salud pública bien establecidos. En México, entre otras iniciativas, se impulsa el convenio de cooperación entre el gobierno y hospitales privados, para ampliar el acceso a servicios, y muchas empresas de la industria se vuelcan a la fabricación de ventiladores artificiales.

Muchos países intensificaron los controles de inmigración o cerraron las fronteras, se implementaron advertencias de viaje, prohibiciones y medidas de distanciamiento social y uso de máscaras fueron rápidamente aceptadas por ciudadanos que recordaron la tragedia humana causada por el SARS entre 2002 y 2003.

El distintivo de su éxito se puede encontrar en una sólida preparación del gobierno combinada con la acción rápida de asociaciones públicas y privadas, que han desarrollado sistemas novedosos para “hacer pruebas, rastrear y tratar” mediante tecnología digital inteligente y plataformas de análisis de información. Por ejemplo, TraceTogether de Singapur es una aplicación para smartphone de rastreo de contactos que permite a los profesionales de la salud identificar rápidamente a las personas que han estado expuestas a casos confirmados de COVID-19, mientras que, en los Países Bajos, la aplicación de salud digital Luscii permite diagnósticos masivos y la administración remota del virus desde el hogar.

En China se implementó un código de salud basado en teléfonos inteligentes que identifica el estado de las personas contagiadas por medio de un sistema codificado por colores. Aquellos con rojos o amarillos deben estar en cuarentena y los que representen su situación en verde pueden moverse libremente.

La “puerta digital” se ha convertido en muchos casos, en la “única” para los servicios clínicos. Las citas de pacientes externos y de medicina general en los hospitales de todo el mundo se han transformado. Casi tres cuartas partes de todas las consultas ahora se realizan virtualmente. No debería haber vuelta atrás para la atención de pacientes que, al igual que los estudiantes, adoptan nuevos hábitos digitales que reducen los viajes, los costos y las emisiones contaminantes.

Muchos gobiernos y sistemas de salud en todo el mundo ya están examinando el concepto de depender demasiado de las cadenas de suministro globales. En México, la industria farmacéutica depende, en cerca de 90 por ciento de los requerimientos, de la provisión asiática (India y China) de sustancias activas para la fabricación de medicamentos. Podemos esperar la reubicación de la producción crítica de suministros a cada país, como ya se observó en Rusia, Estados Unidos, Alemania y Arabia Saudita. Además, las cadenas de suministro locales para equipo de protección personal (EPP) por ejemplo, han esquivado algunos reglamentos y procesos administrativos generales para la industria, forjado nuevas relaciones entre fabricantes, universidades y especialistas en adquisiciones; para que los profesionales de la salud cuenten con los insumos necesarios.

En varios países, las posiciones de competencia entre los proveedores de atención médica desde hace tiempo están dando paso a la colaboración regional, ya que la capacidad de cuidados críticos está centralizada y los casos electivos suspendidos o retrasados y las instalaciones se agrupan para controlar el aumento de contagios de COVID-191. En el caso de México, la cobertura de cuidados críticos está distribuida de tal forma que la mayor concentración de unidades médicas está en la Ciudad de México, Monterrey y Puebla. 

Para gestionar la emergencia de forma más efectiva y controlada se desarrollan nuevos centros de mando en Australia y China, similares a los sistemas de control de tráfico aéreo, para administrar la atención de emergencia de maneras mucho más efectivas y eficientes. De manera similar en México,  los hospitales privados en Brasil, Reino Unido y Corea del Sur, se les ha solicitado su capacidad para el bien público y la acumulación de listas de espera en todas partes significará que estas instalaciones muy probablemente se requerirán en los próximos meses y tal vez años.

En el Reino Unido, el Servicio Nacional de Salud (NHS, por sus siglas en inglés) construyó y estableció siete hospitales temporales llamados Nightingale en cuestión de semanas, demostrando el poder de colaboración de los profesionales militares, de la industria y de la salud. Los reguladores también están relajando las inspecciones y los mecanismos tradicionales de mercado para agilizar el suministro (en México, los Países Bajos y Japón) de insumos de salud específicos necesarios para enfrentar la pandemia, mientras que los organismos profesionales están permitiendo que el personal ejerza al máximo sus licencias médicas y asuma funciones más amplias.

Las personas que trabajan en el sector salud han sido aclamados héroes en esta crisis, y la población de algunos países lleva a cabo demostraciones públicas de aprecio. Por supuesto, los sistemas de salud también deben prepararse para una baja del personal después de que lo peor del virus haya pasado por agotamiento físico, mental y emocional. Y ahora, tardíamente, todos los países se han dado cuenta de que un sistema de salud bien dotado de personal no solo es bueno para los pacientes y los profesionales de la salud, sino también crítico para la economía.

De acuerdo con el libro Human: Solving the global workforce crisis in healthcare, el mundo enfrenta un déficit proyectado de 18 millones de profesionales en sistemas de salud para 2030. México no es la excepción con la necesidad de ½ millón más de profesionales2. Antes de COVID-19, los hospitales en el Reino Unido, Irlanda, Israel y Canadá tenían niveles de ocupación de pacientes superiores a 90%, y el personal no se daba abasto. Su capacidad para hacer frente a la crisis se vio obstaculizada desde el principio. Dada la forma en que la pandemia ha perturbado las economías y la vida en todo el mundo, sin duda es una pequeña inversión tener sistemas de salud bien dotados de personal competente para hacer frente a los picos de aparición del virus. Países como Suiza, Italia y España ya lo están analizando detenidamente.

Finalmente, no debería sorprendernos que las naciones cuyos sistemas de salud se basan en los principios de solidaridad social (ya sea en base a seguros o impuestos generales) están cooperando y colaborando de manera más efectiva que las que aún no han establecido la atención universal a la salud. Si realmente queremos honrar a nuestros héroes médicos y países, construyamos servicios de salud adecuados para ellos, para nuestras economías y para la salud global. Esta crisis global y su contexto en México significa una gran oportunidad para continuar hacia la cobertura universal de salud. Ya que se requerirán más recursos para afrontar los retos socioeconómicos, será mejor aplicarlos con una gran visión y consistencia para el fortalecimiento del sistema de salud.

 

Mark Britnell

Líder Global de Asistencia Médica, Gobierno e Infraestructura de KPMG International

Ignacio García-Téllez

Director del Sector Salud de KPMG en México

 

1 https://www.inegi.org.mx/programas/salud/default.html#Tabulados

2https://politica.expansion.mx/presidencia/2020/04/07/mexico-deficit-200-000-medicos-y-300-000-enfermeras

Contáctenos