La pandemia del COVID-19 está castigando severamente a las economías de todo el mundo. Para aliviar los impactos, los gobiernos han preparado importantes programas públicos que, entre otros, tienen como objetivo facilitar la otorgación de nuevos créditos y suavizar las condiciones de pagos para parte de los préstamos en vigor. Esto expone al sector bancario a un desafío importante porque implica la asunción de mayores riesgos. En estas circunstancias, es más importante que nunca contar con medidas de rentabilidad que incluyan el costo del riesgo para determinar la verdadera rentabilidad de estas operaciones.

El análisis financiero presenta diferentes indicadores para medir el rendimiento de las operaciones. Las métricas más conocidas calculan los rendimientos como el ingreso neto sobre los activos (ROA, por sus siglas en inglés) o sobre el patrimonio neto (ROE), para medir la eficiencia de los activos empleados o la eficacia de los fondos propios, respectivamente. No obstante, ambas métricas excluyen el riesgo asumido y, especialmente, el costo de capital relacionado. La estimación de la rentabilidad basada en el capital ajustado por riesgo permite a la entidad distinguir entre líneas de negocio que generan retornos similares con diferentes niveles de riesgo y, de esta forma, tomar decisiones correctas priorizando negocios cuyo riesgo se vea compensado adecuadamente por su retribución, evitando adjudicaciones ineficientes de fondos, y peor, acumulaciones de riesgos imprevistas. Esto es especialmente importante para entidades financieras, donde las operaciones de crédito rápidamente pueden alcanzar niveles de riesgo importantes.

Para compensar esas deficiencias, se han desarrollado una serie de métricas de rentabilidad ajustadas al riesgo, entre las cuales destacan el RORAC (retorno sobre el capital ajustado al riesgo, por sus en inglés), el RAROC (retorno ajustado al riesgo sobre el capital) y, finalmente, el RARORAC como la combinación de ambos. Todas las métricas parten del concepto básico de medidas de rendimiento, calculando ingresos sobre el capital directamente empleado. A diferencia de las ratios tradicionales, se ajustan el capital (en RORAC), los ingresos (en RAROC) o ambos (en RARORAC) por el costo del riesgo generado. Para el RORAC, el costo puede reflejarse en el denominador por el capital económico relacionado. Es decir, la reserva de capital requerida para afrontar pérdidas inesperadas, que frecuentemente se mide por el VaR del importe empleado. Otro enfoque asume los capitales mínimos como costo de capital exigido por las autoridades. De esta forma, el RORAC (en este caso conocido como RORWA) refleja correctamente que ingresos netos similares conllevan rentabilidades diferentes si se generan por préstamos minoristas o hipotecarios, dado que ambos consumen diferentes cantidades de capital. De la misma forma se pueden analizar otros productos crediticios y líneas de negocio, en un principio para todos los riesgos conocidos por el sistema financiero. La rentabilidad ajustada al riesgo global se obtiene sumando los respectivos importes. El RAROC, por otro lado, ajusta los ingresos en el numerador por flujos de fondo relacionados a los riesgos incurridos e incluye, por ejemplo, intereses cobrados por capital reservado. El RARORAC finalmente combina ambos conceptos y es considerado la métrica más avanzada y compleja para calcular, especialmente a nivel cartera y entidad.

La pregunta qué indicador tomar, es compleja. Para que presenten una imagen completa del riesgo al que se enfrenta la entidad y sus costos relacionados, se recomienda la implementación de diferentes métricas. En la práctica, la aplicación de un sistema de indicadores ajustado al riesgo representa un esfuerzo considerable y suele incorporar diferentes fases. En una inicial se requiere la definición de las métricas apropiadas. Esto depende de las características del negocio y de la información que se quiera presentar y deberá ser analizado para cada caso en concreto. A continuación, se debe analizar si los sistemas de información pueden facilitar los datos necesarios o si los mismos deben ser desarrollados. Un sistema de reporting de ratios financieros requiere un alto grado de automatización para poder generar información actualizada y en diferentes grados de agregación. Finalmente, se deberá definir una forma apropiada de presentación para facilitar el análisis, que debería ser precisa, clara y eficiente, para que la alta gerencia pueda incluir la información generada rápidamente en su base de decisión. Vale la pena destacar que, como para cualquier información relacionada a riesgos, un buen entendimiento conceptual es importante para poder interpretar los resultados correctamente. Aquí se requiere la involucración del departamento de riesgos como interlocutor con finanzas y la alta dirección.

La pandemia del Coronavirus representa un reto sin precedentes. Asimismo, los programas económicos imponen importantes riesgos al sector bancario que requieren una medición más sensible de la rentabilidad, incluyendo el riesgo incurrido. La implementación de un sistema apropiado es un desafío importante que muchas entidades hasta ahora no han realizado adecuadamente. La urgencia de adaptación impuesta por la pandemia debería aprovecharse para lanzar las iniciativas que siempre estuvieron pendientes, como el desarrollo de un sistema de medidas ajustadas al riesgo para salir fortalecido de la crisis.

Autor

Michael Daniel Thomas

Socio de Asesoría

KPMG Argentina

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